sábado, 3 de julio de 2010

Huye.
Avanza sin descanso y no mires atrás.
Olvida lo que has sido.
Arranca tus etiquetas, tu precio de salida y borra el nombre que sonríe cuando miras el espejo.
No hay nada en tu mochila.
Nada en tu recuerdo.

Huye, y no vuelvas más.

sábado, 8 de mayo de 2010

Hoy he estornudado muy fuerte, tan fuerte que se me han salido los ojos y se han ido rodando cuesta abajo, como dos canicas deseosas de ver mundo. No les vi el ansia de libertad, no podía, pero lo presentí a tiiempo y las dejé marchar. Por el camino habrán ido viendo todo lo que a veces yo no veía, lo que se me escapaba a la vista, lo que me negaba a ver, lo que no percataba... Espero que mis ojos libres regresen pronto y más sabios, con otra apertura de mira, con otra visión de las cosas y me cuenten de sus andanzas..

domingo, 2 de mayo de 2010

Una persona guiada por el amor es alguien que no le tiene miedo al futuro, que no le teme al resultado ni a las consecuencias, alguien que vive aquí y ahora.


Se miraron furtivamente un par de veces a lo largo de la noche. Así se ponían de manifiesto que se devorarían el uno al otro en alguna ocasión, quién sabe. O sencillamente se hacían constar mutuamente que se hacían gracia. Pero la noche era larga, y cada uno estaba a su rollo, con sus amigos, ocupados, bebidos. Era una noche para desencajarse la mandíbula riendo, el sexo esporádico no entraba en sus planes.
El día los atropelló al salir del local y arrastraron sus cuerpos hacia el hotel. Él no tenía donde dormir. Ella tenía un hueco en la cama. Todo arreglado.
No se bebieron el cuerpo el uno al otro. Demasiado tarde, demasiado alcohol, demasiado miedo a los ecos del después. Se probaron los labios, se abrazaron y descubrieron que sus cuerpos se encajaban sutilmente para dormir.
Así durmieron, con las pieles encendidas y amordazadas por la prudencia, por la timidez. Durmieron saboreando lo insinuante de un cuerpo tendido tan cerca como para delirar. Durmieron sin invadirse pero tocados por el temblor de la piel estremecida, por la electricidad de un encuentro en una habitación prestada.
La misma intuición que les decía que no debían tenerse en los restos de una noche de desorden les decía que se desearían todas las demás.
Y un día, no sabían cuándo... se encontrarían en el momento, en el lugar,
en el espacio en el que dos cuerpos jóvenes que se esperan
se cuentan cómo crece el deseo que se hizo esperar.

domingo, 14 de marzo de 2010

Y vuelo, vuelo alto y el viento que levanto me sabe a verano, a sol, a noche, me sabe a las hogueras que enciendo, me sabe a las olas que me tocan, que se van y vuelven.
Me sabe a ese vaivén justísimo que dice que si no saltas una las siguientes tardan un solo segundo en llegar.

Ahora estoy en la orilla y se me acercan.
La primera me trae un olor a mar purísimo y se me pega a la piel en un abrazo libre y salado.
La segunda parecía retirarse vencida pero llega y me lame los pies codiciosa y abierta.
La tercera me fue invisible hasta que me salpicó la cara y me despertó hambrienta y fantástica.

Las olas que me envuelven también me marean, también me calman, me alcanzan me inspiran, me desnudan y alguna me logra.

Cuál de ellas me cure me lo susurrará el tiempo, el mismo que no tenemos el mismo que no te cedo, el que me sirve para curarme el que me dice que la orilla del mar está rebosante de imágenes, momentos, caricias, huídas, recuerdos y otros bálsamos para olvidar.

sábado, 13 de marzo de 2010

the swell season, the moon



La hizo ir y venir.Le dio la vuelta varias veces.Puso su rutina patas arriba.Domesticó sus apetitos, sorbió su cuerpo y luego desapareció.

La dejó naufragando en preguntas, en recuerdos inacabados, torturada por la frustración de no tenerle los labios sin reserva.

Al cabo de un tiempo la recordó tibia y cimbreante como el fondo del mar y volvió a buscar sus brazos generosos, lascivos.

Volvieron a verse.

Ella lo recibió cálida, sin réplicas y esa noche se cobró los silencios bebiéndole la piel con urgencia, impaciente. Transportándolo a una explosión de placer en la atracción centrifugueante y fogosa de sus caderas. Tomándolo sin dejar un centímetro sin asolar, sin ceder ni un segundo en el dominio brutal y violento con el que lo poseyó esa noche.


Después, saciada el hambre y calmados los demonios incontenibles de su sexualidad, por primera vez desde que empezó a desearlo sintió la boca seca y el cuerpo sobado. El abrazo en el que estaban le pareció acartonado y postizo. Le sobraban las atenciones y la perspectiva de dormirse a su lado se le antojó un fastidio, un mosquito pegajoso en la piel sudada.

Ella se escurrió entre las sábanas, se vistió torpemente, tropezando con los muebles, temiendo que él se despertara y la atrajera hacia sí. Antes de alcanzar la calle ya se preguntaba dónde se había quedado la parte de sí mima que tiempo antes se deshacía por sus ojos marrones.
Caminó hacia su casa para bañarse en agua caliente y abundante y, con ella, se borró del cuerpo las últimas huellas de ese amor fulgurante, de ese amor desproporcionado y fugaz que él le despertó con astucias y le curó con silencios. Cuando cerró el grifo ya no recordaba los sabores de las noches que compartieron.


Y fue entonces, sólo entonces, perdida la capacidad de hipnotizarla... cuando él comenzó a amarla sin tregua ni posibilidad.